Con nuevas peripecias, emociones, experiencias, personajes y sonrisas en el libro que narra mi vida. Nadie lo escribe pero ahí está. Son sus líneas cada uno de mis pasos. Puedo viajar por sus páginas al pasado si cierro los ojos sentada en mi sofá. Pasado, siempre pasado que construye el futuro de un presente que se agota en cada instante.
Valencia me ha dado la oportunidad de trabajar por primera vez como profesora de español para extranjeros. He dado clases a un grupo de 9 alumnos italianos de 15-16 años. He vuelto a descubrir como ser profesora es aprender cada día, cada minuto. Es esforzarte para que un pedacito del río que fluye en tu cerebro se trasvase al de tus alumnos al tiempo que aumenta y depura su propio caudal. Es rejuvenecer viajando al pasado, viajando a tu infancia, a tu adolescencia, al tratar de empatizar con esas personas que, sentadas en sus sillas, necesitan algo que les despierte, que les motive, que llame su atención y les haga aterrizar en la clase, en la pizarra, en el libro o en la canción,... Esas personas que, con un abrazo, con sus palabras y sus sonrisas en el último día, te hacen sentir que no te has equivocado de sendero: es la enseñanza mi camino verdadero.
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