Va terminando el verano y nosotros vamos retomando algunas costumbres que habíamos abandonado por un tiempo. De nuevo intentaré colgar en el blog un poema cada semana.
El de hoy es una Elegía de Miguel Hernández escrita tras la muerte de Ramón Sijé. Miguel siente el distanciamiento que se había producido entre él y Ramón los meses antes de su muerte. Ni siquiera pudo acudir a su entierro, se enteró de la noticia por un periódico.
Miguel es inmortal por su obra y hace que su amigo también lo sea porque, aunque también fue escritor, creo que Sijé no es recordado por sus versos. Su recuerdo se debe al poema que le dedicó su amigo.
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
(1 0 de enero de 1936)
Que alegría volver a visitar tu blog, y encontrar este poema tan maravilloso. No sólo me has animado, sino me que has ayudado mucho más de lo que piensas. Estamos por aquí. Nos conectamos.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
La misma alegría que me dio a mí ver que habías vuelto con el tuyo.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.