miércoles, 9 de marzo de 2011

Carolina Coronado



Ayer fue el día de la mujer, así que el poema de esta semana debía ser de una poetisa. La verdad es que creo que debo leer a más autoras porque me doy cuenta de que escasean en el canon literario y también entre mis lecturas. Hoy he escogido a Carolina Coronado (1820-1911) porque además de ser mujer y extremeña -como yo- me parece una adelantada a su tiempo pues en sus letras se encuentran algunas reivindicaciones a favor de las mujeres. Es triste que el poema de hoy, escrito hace tanto tiempo, siga siendo actual porque entre nosotros exista todavía este tipo de violencia. 


                   EL MARIDO VERDUGO
 
          ¿Teméis de ésa que puebla las Montañas
           turba de brutos fiera el desenfreno?...
           ¡más feroces dañinas alimañas
           la madre sociedad nutre en su seno!

           Bullen, de humanas formas revestidos,

           torpes vivientes entre humanos seres,
           que ceban el placer de sus sentidos
           en el llanto infeliz de las mujeres.

           No allá a las lides de su patria fueron

           a exhalar de su ardor la inmensa llama;
           nunca enemiga lanza acometieron,
           que otra es la lid que su valor inflama.

           Nunca el verdugo de inocente esposa

           con noble lauro coronó su frente:
           ¡Ella os dirá temblando y congojosa
           las gloriosas hazañas del valiente!

           Ella os dirá que a veces siente el cuello

           por sus manos de bronce atarazado,
           y a veces el finísimo cabello
           por las garras del héroe arrebatado.

           Que a veces sobre el seno trasparente

           cárdenas huellas de sus dedos halla;
           que a veces brotan de su blanca frente
           sangre las venas que su esposo estalla.

           ¡Y que ¡ay! del tierno corazón llagado

           más sangre, más dolor la herida brota,
           que el delicado seno macerado,
           y que la vena de sus sienes rota!

           Así hermosura y juventud al lado

           pierde de su verdugo; así envejece:—
           así lirio suave y delicado
           junto al áspero cardo arraiga y crece.

           Y así en humanas formas escondidos,

           cual bajo el agua del arroyo el cieno,
           torpes vivientes al amor uncidos
           la madre sociedad nutre en su seno.

                                                                    Carolina Coronado. 



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