Ese es el título de la novela de Espido Freire que leí hace cosa de un mes.
Es la segunda novela que leo de la autora y, al parecer, su segunda novela publicada.
No está mal. Es la historia de una ciudad, Oilea, que se presenta rodeada de cierto misterio. Una ciudad dividida por la calle de los Cerezos en la que cada uno ocupa un lugar y en la que todos están al tanto de lo que les ocurre a los demás. La ciudad sirve de pretexto para presentar una galería de personajes que a veces resultan extraños: hay una casi hada, una casi vampiro y un eterno don Juan, entre otros. La forma como fragmentada de contar la historia me gustó. Ya lo dije una vez, en general, los juegos con narradores o perspectivas, saltos en el tiempo,..., suelen gustarme. En esta ocasión, cada capítulo se centra en un personaje y nos da pistas para ayudarnos a comprender y a imaginar las otras historias y los otros personajes. Aun así, la sensación al terminarla fue rara, tal vez es lo que la autora pretendía, no lo sé. Lo cierto es que me pareció que faltaba algo, que estaba incompleta. Pasados los días pienso que puede ser una forma más de sentir la atmósfera asfixiante de Oilea, la historia parece incompleta porque la vida en Oilea no termina, sus personajes siguen allí, en el eterno octubre.
Aunque nunca la catalogaría como una de mis obras preferidas, tiene la ventaja de ser cortita, así que se puede leer. Me gustaría conocer otros puntos de vista, si alguien la ha leído, que comente (y esta sugerencia espero que sirva para todas las entradas).
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